martes, 16 de octubre de 2007

LA CARRERA POR EL TESORO

I
Entre nubes de polvo avanza
el tropel de centauros españoles
que queriendo conquistar nuevos soles
lleva en ristre la argentea lanza.
El suelo tiembla bajo cascos arabescos,
el Sol saluda a los recién llegados
que se sienten reciamente fatigados
pero ante el oro se sienten frescos.
Hernando Pizarro camina adelante
de trenticinco jinetes ambiciosos,
a Pachacámac arriba jadeante
en ventisiete días tenebrosos.

II
Salieron de noche de Cajamarca,
incaron espuelas hacia el tesoro,
y las espuelas dejan la marca
por las que el chasqui esconde el oro.
Cruzan los andes... ¡tiemblan de frío...!
y en la soleada playa costera
el relevo del chasqui espera,
y envía veloz en mensaje sombrío...
El chasqui que vuela con alas de plata
y corre con pies de acero
es el que arriba primero
a la gran ciudad escarlata.

III
Van los caballos por anchos caminos,
posando al galope sus árabes cascos,
caballos que son de extraños peregrinos
que tienen mirada de guerreros vascos.
Hay uno... neblino... que vá galopando,
relincha... husmea... y apura su paso,
en él va agotado el íbero Hernando
sintiendo que el noble ya no le hace caso.
Descansan después de un incómodo viaje
en el frígido ande, en la costa caliente
y luego reanudan su peregrinaje
en busca del oro... metal reluciente.

IV
Al chasqui sus ojos a ratos divisan
que sube quebradas, que baja senderos
y el ande y la nube a Hernando le avisan
que es imposible que lleguen primeros.
En oportunidades los hispanos vieron
cruzar a los chasquis entre sus aceros,
quisieron prenderlos y los persiguieron
pensando que eran unos mansos corderos.
Y aquellos andinos valientes y fieros
ni ante los corceles veloces cedieron,
porque el Sol los hizo para que corrieran...
para que llegaran... para que vencieran.

V
Corceles y hombres al Templo Sagrado
arriban sedientos y hambrientos de oro,
y encuéntranlo sólo y abandonado:
No había riquezas... no había tesoro.
Callados y lentos al norte retornan,
y Hernando Pizarro en su noble neblino
les cuenta a los suyos que así es el destino
con el que los hombres tristes se conforman.
Y entre las quebradas, y entre los abismos
se ve a los chasquis que corren ligero,
esos que ganaron ahora son los mismos
que a Cajamarca llegarán primero.

VI
Tocando su antara y a rítmico paso,
como quién avisa el haber triunfado
en la gran carrera que ha terminado
teniendo por meta el Incaico Parnaso,
ingresan los hombres, Mercurios Incaicos,
que cruzan caminos con pies voladores,
saetas humanas de acentos hebráicos
que cruzan el cielo cual áureos cóndores.
Cajamarca despierta feliz y contenta
al ver que sus hombres veloces vencieron,
y Hernando Pizarro triste se lamenta
porque muy veloces nuestros chasquis fueron.
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Mariano Bequer.
El Callao, 27/07/67

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