martes, 16 de octubre de 2007

RECUERDOS DE UN AMOR ESTUDIANTIL

Amanecía...
Amanecía en Jauja el nuevo día
así como amanece en mi mente tu amor.
La Luna a las seis de la mañana
jugaba conmigo a "los escondidos".
Era redonda
como tu bella carita.
No tenía ni comienzo ni fín:
era como nuestro amor.
La veía blanca como nuestras almas
Y al mirarla por sobre los eucaliptos
helados como mi vida
me puse a pensar en tí...
en tí, amada mía,
en nuestos abrazos y besos
allá en la Facultad de Derecho
de nuestra Universidad Nacional
Mayor de San Marcos.
No quise dejarte,
no quise separar
mis brazos de tu cuerpo
ni mis labios de los tuyos...
Te dejé, mi alma se quedó triste
y mi corazón... llorando.

¿Y tú... tú, cómo te quedaste?.
El viento mañanero
hacía danzar nuevamente
a los eucaliptos:
El frío me llegaba hasta los huesos
y tu recuerdo me llegaba
hasta el corazón.
El río detrás de la casa,
típicamente serrana
murmuraba en mi oído
una canción de amor,
y al caminar entre el "pajonal"
y entre el "chawall" del camino
la escarcha se iba formando
sobre el cuero de mis zapatos.
Al fondo, como guardián de la comarca,
el Cerro Huanca,
rojizo de color
con una cruz blanca
en su parte alta
y un camino zigzagueante
en su ladera,
aún guarda en sus entrañas
el tesoro infinito
de la Catalina Huanca.
Caminé solo, no sé hacia donde,
caminé... caminé hasta que los huesos
de mis pies tocaran el suelo,
y el sol y la luna
me orientaron hacia Lima.
Al mirar hacia donde se hallaba
la "Tres Veces Coronada Villa"
te busqué entre la gente.
y te he visto... te he visto
triste por mi ausencia.
Tal vez una lágrima
contra tu voluntad
haya empañado tus pupilas
y mojado tus mejillas.
Apuré el paso
y el Señor me ayudó
porque apuró al día
y a la noche
que me separaban de tí.

Ventitres de agosto...
día hermoso y con sol.
No me olvidaré que estuve
lejos de tí, mi amor.
He llorado esta lejanía
porque te siento más mía,
toda la vida... más mía.
El sol sobre mi cabeza
me castigaba
el haberte dejado
precisamente el ventitrés de agosto.

Sentado a la orilla del río,
cuyas aguas pasaban lentas,
yo mismo me preguntaba:
¿Así como yo te extraño,
tú también me extrañarás?.
Y una "kukulí" muy hermosa
parada sobre una piedra
me miraba y canturreaba
una canción de amor,
Leí entonces en su canción
que ella también extrañaba
con tristeza a su amor.
Nos miramos los dos,
ella se fué volando
y caminando me alejé yo.
Ya en la casa de la "huaynada"
donde todo era alegría
decidí ponerle a mi ahijada
tu bello nombre amada mía.
Fueron tres copas de "cañazo"
(hasta ahí sólo me acuerdo).
Bailé hasta el sentimiento
y a mis compadres les decía,
así entre copa y copa
que estaba ella muy lejos,
y ellos me respondían
que la tenía en mis brazos.
Llegó la partida:
Domingo cinco de la tarde,
y al abordar el carro
de regreso a la capital,
me preguntaba una y mil veces
cuando a tu lado me encuentre
y te abraze y te bese,
¿Tú también me besarás?
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Mariano Bequer
El Callao, 24/08/69

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